Llevo muchos años ejerciendo como Psicoanalista tratando los conflictos internos y de relación. Me dedico a elaborar alternativas de afrontamiento para cada caso particular teniendo en cuenta las capacidades y recursos de cada uno.
En las primeras entrevistas recabo los datos necesarios para plantear el tratamiento a seguir. Mi propuesta incluye la aceptación de compromiso y esfuerzo personal. Las posibilidades de elegir y decidir, de asumir y delegar, y de amar y trabajar provocan una economía de energía psíquica que produce bienestar emocional.
La ayuda profesional te ayuda a descubrir qué es lo que te hace sufrir y a buscar la mejor manera de cambiarlo. Piensa que lo único que puedes cambiar es a ti mism@ y la posición que ocupas en tu propia vida y respecto a los demás.
Como psicoanalista no conozco de antemano lo que les ocurre a mis pacientes; por eso, necesito escucharlos. La propuesta incluye una regla: «Cuéntame. Habla de lo que quieras, de lo primero que se te pase por la cabeza», porque, en ese discurso espontáneo, encontraremos las claves del mundo interno. Lo apasionante de esta investigación que emprendemos paciente y terapeuta es que cada historia es única. Ni siquiera dos herman@s han vivido una infancia similar ni han tenido la misma relación con su madre o con su padre.
La persona que consulta sabe lo que le ocurre, sabe también lo que tendría que hacer para mejorar su situación, pero muchas veces no comprende por qué no puede cambiar a voluntad o por qué insiste en cometer los mismos errores una y otra vez. Por eso, es preciso que paciente y analista trabajen conjuntamente. El paciente necesita que alguien le escuche y le devuelva sus palabras convertidas en un relato legible de lo que le sucede. La reconstrucción de esa historia infantil no depende tanto de una información detallada de los hechos, sino que se va tejiendo con los sueños, con los recuerdos, con los lapsus y con esas cosas absurdas que de pronto le vienen al paciente a la cabeza, sin saber cuándo, ni cómo, ni por qué.